Manolo era un mapache muy particular que vivía en el majestuoso Monte Mirador. Más allá de buscar comida y jugar con sus amigos, Manolo tenía una pasión: crear misteriosas adivinanzas para desafiar a los animales del monte.

Un día, después de observar la luna y las estrellas, Manolo ideó una nueva adivinanza y se dispuso a compartirla con todos. Durante el mediodía, reunió a muchos animales en la plaza central del monte y dijo con voz melodiosa:

"Me encuentro arriba durante la noche y brillo con fuerza, aunque no tengo luz propia. Soy amiga de las estrellas, pero soy única y grande. ¿Quién soy?"

Murmuraciones y susurros se mezclaron entre los asistentes. Todos estaban intrigados. Los monos se miraban entre sí, las mariposas volaban en círculos pensativas, y las mangostas murmuraban respuestas entre ellas.

María, una joven mofeta, tímidamente levantó su mano y dijo: "¿Es la luna?" Manolo, sonriendo con sus grandes ojos brillantes, asintió con la cabeza y felicitó a María por resolver el enigma.

Motivados por el acertijo, muchos animales comenzaron a crear sus propias adivinanzas y compartirlas. El Monte Mirador se convirtió en un lugar mágico lleno de misterio y aprendizaje.

Al caer la noche, Manolo se retiró a su madriguera, satisfecho por haber inspirado a tantos con su amor por las adivinanzas. Soñó con más misterios, listo para compartir otro día.

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