Tomás era una tortuga muy especial. Mientras que las otras tortugas de su estanque tenían caparazones de un verde apagado o marrón, el caparazón de Tomás brillaba con tonalidades tornasoladas que cambiaban con la luz del sol.

Un día, mientras Tomás se deslizaba lentamente por el estanque, Timoteo, un pequeño pato, se acercó nadando rápidamente.

"¡Cuá-cuá! Tomás, ¡tu caparazón brilla como un tesoro!" exclamó Timoteo con asombro.

Tomás sonrió y respondió: "¡Gracias, Timoteo! Es un regalo especial que la naturaleza me dio."

Todos los animales del estanque estaban fascinados con el caparazón de Tomás, excepto Tina, otra tortuga. Ella sentía envidia y murmuró: "No entiendo por qué todos se impresionan tanto. ¡Es solo un caparazón!"

Una mañana, después de una gran tormenta, todos los animales notaron algo: el caparazón de Tomás había perdido sus colores tornasolados. Ahora era de un marrón apagado.

"¡Oh no!", exclamó Tomás tristemente, "¡Mis colores se han ido!"

Tina, al verlo, se acercó lentamente y le susurró: "Tal vez te hayas dado cuenta de que no necesitas un caparazón brillante para ser especial."

Sin embargo, al día siguiente, cuando el sol brilló intensamente en el cielo, el caparazón de Tomás comenzó a reflejar los colores nuevamente, pero de una manera aún más hermosa y brillante.

Todos los animales del estanque se reunieron a su alrededor, maravillados. Tomás sonrió y dijo: "A veces, después de una tormenta, descubrimos cosas aún más hermosas en nosotros."

Preguntas para "Tomás, la tortuga del caparazón tornasolado"