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Yara, la yegua que soñaba con volar
En las vastas llanuras del valle de Yelmo, vivía Yara, una joven yegua que pasaba sus días corriendo a gran velocidad. Aunque amaba la sensación del viento en su crin, Yara tenía un sueño peculiar: quería volar.
Cada noche, al mirar el cielo estrellado, Yara se imaginaba surcando las nubes, sintiendo la libertad del cielo. Sus amigos, los demás caballos, se reían de ella. "Las yeguas no vuelan, Yara", le decían.
Un día, mientras galopaba cerca de un acantilado, Yara encontró un objeto extraño. Era una alfombra tejida con hilos brillantes y plumas de aves. Al poner un casco sobre ella, la alfombra comenzó a flotar.
Decidida a probar suerte, Yara se subió a la alfombra y, para su sorpresa, ¡comenzó a volar! Se elevó por encima de las montañas, los ríos y los bosques, sintiendo una felicidad que jamás había experimentado.
Los días pasaron y las noticias de la yegua voladora se extendieron por todo el valle. Los animales venían de todas partes para ver a Yara y su mágica alfombra.
Sin embargo, con el tiempo, Yara se dio cuenta de que, aunque volar era maravilloso, también extrañaba correr por las llanuras con sus amigos. Así que, un día, dejó la alfombra en el acantilado y volvió a correr como siempre.
Yara había aprendido una valiosa lección: no importa cuán maravillosos sean nuestros sueños, nunca debemos olvidar lo que realmente somos y lo que amamos.
Preguntas para "Yara, la yegua que soñaba con volar"
Cada noche, al mirar el cielo estrellado, Yara se imaginaba surcando las nubes, sintiendo la libertad del cielo. Sus amigos, los demás caballos, se reían de ella. "Las yeguas no vuelan, Yara", le decían.
Un día, mientras galopaba cerca de un acantilado, Yara encontró un objeto extraño. Era una alfombra tejida con hilos brillantes y plumas de aves. Al poner un casco sobre ella, la alfombra comenzó a flotar.
Decidida a probar suerte, Yara se subió a la alfombra y, para su sorpresa, ¡comenzó a volar! Se elevó por encima de las montañas, los ríos y los bosques, sintiendo una felicidad que jamás había experimentado.
Los días pasaron y las noticias de la yegua voladora se extendieron por todo el valle. Los animales venían de todas partes para ver a Yara y su mágica alfombra.
Sin embargo, con el tiempo, Yara se dio cuenta de que, aunque volar era maravilloso, también extrañaba correr por las llanuras con sus amigos. Así que, un día, dejó la alfombra en el acantilado y volvió a correr como siempre.
Yara había aprendido una valiosa lección: no importa cuán maravillosos sean nuestros sueños, nunca debemos olvidar lo que realmente somos y lo que amamos.
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